Nuestraldea

Nuestraldea

INTRODUCCIÓN
He escuchado a docentes gritar y a niños hablar a gritos. He presenciado cómo se rotula a niños que requieren atención como “niños difíciles”. He visto como las instituciones escolares, en el momento de la queja parental, asumen actitudes corporativas.

He sabido de alumnos de todas las edades que no pueden controlar su ira ni sus arrebatos emocionales. Me informé de que los docentes a veces están en peligro. Hay alumnos que portan armas y existe una minoría que las usa.
Se usan navajas, han existido casos de portación y amenazas con armas de fuego. Todo ello como noticia profusamente publicitada en los medios de comunicación masivos. Agreguemos los actos de vandalismo que sufren algunos edificios escolares.

En los escalones de la violencia que se instaura se incluye la que sufren los docentes mal remunerados – y esto significa que los sueldos no son acordes al trabajo educativo, o que se sufre la presión de la burocracia escolar, o que a veces ni siquiera se cobra el salario en tiempo y forma-,vale decir de arriba hacia abajo.

Estos elementos configuran un esquema que trasciende el ámbito escolar pero a su vez lo incluye:

1) La familia, las violencias que se ejercen internamente y sus efectos en los niños.
2) Los medios de comunicación masiva y su influencia sobre todos los actores sociales.
3) Las múltiples presiones que los docentes de todos los niveles de la educación padecen a lo largo de su carrera.
4) Los miedos que despiertan, según sus intereses, estos hechos en quienes no están involucrados directamente pero observan desde fuera.

Agrego una convicción personal: si la sociedad en conjunto no contuviese en su seno elementos que propician la violencia en alguna de sus formas, no habría violencia escolar.

VOLVER A LAS FUENTES
Me refiero concretamente a proveer de un marco teórico válido en tanto explicativo a esto que nos está ocurriendo. Sus referentes siguen siendo los trabajos antiguos y los remozados de autores como Apple, Bourdieu y Passeron, Bowles y Gintis, Habermäs y otros. Desde la Teoría Crítica, algunas respuestas pueden darse. Teoría en reconstrucción permanente, revisiones continuas, contiene entre sus elementos algunos que no pueden dejarse de lado.

La “violencia simbólica” existe al interior de las escuelas y en cada hogar o en cada lugar de trabajo. Existe en las políticas sociales que no dan respuesta a las necesidades básicas insatisfechas de miles de hogares.
Se ejerce desde los medios de comunicación que:
– Transmiten un estereotipo de belleza
– Distorsionan las correctas formas de expresión y multiplican las neologismos
– Propician violencia en series y películas, haciendo publicidad de actos de corrupción de personas que detentan alguna clase de poder. Producen en aquellos niños y jóvenes que no pueden alcanzar el estándar que se les está proponiendo el anhelo de ser como ellos.

Ciertos “capitales culturales” aparecen diferenciados (escuela-hogar-barrio), lo que se presenta como traba primaria para una educación escolarizada que se basa en los códigos internalizados desde el nacimiento. Muchos fracasos escolares tienen su explicación en este camino disociado. Por un lado la escuela lo que ella enseña, por el otro lo que el estudiante trae de la casa.

Los estudiosos de las consecuencias de la pérdida de trabajo aluden al tema no ya en función de la revolución industrial, sino de la globalización sin previsión de sus consecuencias, ellos saben que las necesidades básicas son en realidad unas pocas.

Cuando es la propia subsistencia la que se halla amenazada, nos encontramos frente a una violencia externa que se transmite a los más jóvenes del grupo familiar. Cuando esto ocurre en el seno de una familia, o bien ésta se desintegra rápidamente, y los “habitus” adquieren la función del todo vale, o bien sus integrantes dejan de cumplir la función adulta de proteger, cuidar, educar, satisfacer necesidades afectivas, nos hallamos frente a una devastación social extremadamente difícil de revertir.

Por lo tanto, lo que ocurre en el ámbito escolar se da en un contexto complejo donde intervienen factores que interactúan dinámicamente: económicos, de poder, de falta de conciliación entre lo que proviene del hogar y las escuelas, y, en suma, del malestar social.

NUNCA ESTUVIERON TAN SOLOS
Creo que se maltrata de muchas maneras y sin medida a los niños y adolescentes.

Creo que el que arremete contra alguien, alguna vez ha sido agredido.

Creo que lo que les pasa afuera, también les ocurre dentro de las aulas.

Pienso que debe haber mucho cansancio, mucho desgaste en esta pobre población infanto-juvenil nuestra, para que se lastime a un compañero con un cuchillo o se amenace a un maestro…

Pienso que los conocimientos que se trata que aprendan en las aulas jamás estuvieron más alejados de la realidad que ellos viven. Que la teoría y la práctica están tan disociadas que pareciera que nada tuvieran que ver con su vida cotidiana y hasta con un futuro deseable.

Pienso que mucha de la agresividad que muestran algunos se relaciona con una total falta de esperanza.

No se trata de defender a delincuentes sino en prever cuando son personas en riesgo por desidia, por desatención, por falta de formación para manejar errores a veces, emociones otras.

Y, quizá lo que más debamos pensar en estas circunstancias es el tipo de formación de nuestros docentes que no los provee de herramientas suficientes como par poder manejar sin daños graves este tipo de situaciones que deben ser revertidas.

Y no regresar nunca más para ser noticia en un programa de televisión.

La responsabilidad que se nos adjudica a los docentes es tan grande, con la de la violencia en las escuelas por añadidura, que es hora ya de que la sociedad civil y política se hagan cargo de que ante este problema, nadie puede quedar exento.

Nos toca a todos.

Lo que ocurre en las escuelas es un problema social, no escolar solamente.

¿No es hora ya de que lo comprendamos?